25.10.08

[Leyendo a Barthes]




¿Y si lo hubiera visto? ¿Si su nariz grande hubiera tenido la desfortuna de encontrarse conmigo en un pasillo?
Seguramente hubiera sido hecha la perplejidad absoluta... el silencio temeroso de declarar su genio y mi admiración por él. Le hubiera molestado que yo le hablara. No hubiera sabido cómo hacerlo, de qué manera dirigirme a él... [¡profesor, maestro, Barthes, Roland, amor!]

No me hubiera atrevido a molestar su molestia con el mundo, a romper su silencio pensante y diciente.
¿Lo hubiera seguido? Tal vez sí, lo hubiera seguido disfrazado de signo para hacerme objeto suyo.

Ahora sé que lo amo, como al sentido que él tanto odiaba. Le he atribuido un significado y lo he matado. Ha quedado su imagen solitaria de una noche en París [reflexiono: noche; solitaria; París]. Me identifico, le hallo un lugar en sus no- lugares. Le siento, aquí está. Lo deifico. Está solo, pensativo, con un abrigo, con una pipa, caminando como tantos otros por la rivera del Sena. Lo imagino exilado, como si fuera un escritor latinoamericano en busca de inspiración en Europa.

Barthes regresa a casa. Perplejo y sosegado.
Yo regreso a casa. Mitologizado por la perplejidad y el sosiego de Barthes.

Barthes entra a su casa. Entra en el confort del escritorio que lleva a todo lugar y que es la máxima expresión de pertenecer a sí mismo.

Yo entro en su casa. Me siento y leo en mi confort histórico, antinatural: el escritorio en el que él ha sido significado: Libros [También los suyos, sí, sobretodo los suyos], Japón, el signo japonés del vacío [mu], mi poema favorito en griego: un poema homoherótico.

Significo su homoherosis, al igual que la mía teme encontrarse y nombrarse, pero es útil para el erótico que trato de ocultar.

Entiendo que está solo, y quisiera acompañarlo en su soledad con la mía, siendo intransitivo con la teoría, aplicándola sobre mí mismo y encontrando ese fastidio que seguramente él sentía con su imagen.

Decido hablarle, abrazarle en una expresión de placer textual [y también textualmente placentera]. Pero la imagen es difusa y muere. Él muere. Yo lo resucito. Está aquí en estas letras. Pero se esfuma, porque susurra y se acerca al silencio. Es el grado sumo de la écriture.