6.5.11

Mapas del alma


En Toronto, en la pared de mi hermano, están los mapas falsos. Antiguos retratos de Ceilán. El resultado de observaciones, miradas desde barcos mercantiles, teorías del sextante. Las formas difieren tanto que parecen traducciones —de Ptolomeo, Mercator, François Valentyn, Mortier y Heydt— que crecen a partir de formas míticas hasta volverse exactas. Una ameba, después un sólido rectángulo, y después la isla tal y como la conocemos ahora: un pendiente caído de la oreja de la India. A su alrededor, un mar peinado de azul, lleno de delfines y caballitos de mar, querubines y compases. Ceilán flota en el océano Índico y sostiene sus ingenuas montañas, dibujos de casuarios y jabalíes que brincan sin perspectivas por «desertum» y llanos imaginarios.

En el borde de los mapas, el manto enrollado representa feroces elefantes calzados con zapatillas, a una reina blanca ofreciendo un collar a unos nativos que sostienen colmillos y una caracola, a un rey moro erguido entre el poder de los libros y la armadura. En el ángulo sudoeste de unas cartas aparecen sátiros, con las pezuñas cubiertas de espuma, escuchando el sonido de la isla mientras sus colas se contorsionan en las olas.

Los mapas revelan rumores topográficos, las rutas de las invasiones y del comercio, y la mente oscura y enajenada de los cuentos de los viajeros se refleja en documentos árabes, chinos y medievales.

Michael Ondaatje, «Tabula Asiae», en Cosas de familia (Barcelona: Destino, 1998), 57-58.


Mapa de Juan de la Cosa, 1500. Madrid: Museo Naval.

Justamente, en su deformación poética y en su desadaptación política reside el secreto de la fuerza de la cosmografía, capaz de presentarse no solo como una mnemotécnica eficaz del mundo tal y como es, sino también como una promesa de mostrar el mundo como podría ser.

Paolo Vignolo, «Mapas de lo desconocido. La cartografía renacentista entre ficciones cosmográficas y estrategias geopolíticas», en Tierra Firme (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2011), 70.